sábado, 28 de junio de 2008

SEMILLA AJENA... (IX PARTE)

Saliendo de su trabajo recibió una llamada. Era como las otras. Las de antes. Esas que recibía cuando el otro hombre volvió y aún recordaba el día en que la lágrima más ácida de todas las que derramó cayó por su mejilla. Le habían dicho que no estaba en Chile desde hacía un mes, 30 días en los cuales lo buscó convencida de que la inseguridad lo estaba alejando de ella otra vez y nuevamente estaba dispuesta a luchar por hacerlo volver. Pero no, las fuerzas le daban para cruzar dos regiones por el otro hombre, pero nunca un océano entero. Esa era el tiro de gracia que los hizo agonizar durante un par de años más.

La mano le temblaba mientras observaba ese número en el celular. Sabía que al contestar recibiría la misma respuesta, el silencio. Porque el otro hombre nunca hablaba, sólo la llamaba para escucharla, porque no se atrevía a más. Aunque a veces esperaba que sí le contestara y bueno, a esas alturas ya de nada servía, porque una semilla ajena le invadió el pecho y los sentimientos que maduraron ahí durante 10 años estaban podridos. No lograba dilucidar porque quería hablarle después de finiquitarlo todo y sinceramente no entendía porque ahora.
¿Era posible que se diera cuenta de que realmente la quería?
Se dió cuenta de que él se acercaba lentamente al ventanal del edificio en donde trabajaban. Tenía la mirada gacha y el celular seguía sonando. Ahí estaba, enfrentada a las dos realidades. La de ayer y la de hoy. Ambas con el mismo destino. Para una comenzó no existiendo y cuando finalmente existió, fue deshechada a causa de la cobardía. En el presente era lo mismo, tampoco existía y aunque no sabía si lograría ser notada, tenía el presentimiento de que el desenlace sería el mismo.

El teléfono dejó de sonar y cuando él levantó la mirada frente a aquel ventanal sólo vió el estacionamiento vacío frente al edificio. A esas alturas ella cruzaba la calle para irse a casa pensando en que tal vez mañana la jornada sería mejor que la anterior, porque poco a poco el pasado se desvanecía para dejar paso libre al presente que no quería tener, mezclado con las expectativas que le generaban sus ambiciones futuras y los sueños escurridizos de éxito.

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