sábado, 21 de junio de 2008

LA MÚSICA TRISTE... (VI PARTE)

Fue un día, de tarde... Decidieron juntarse a tomar un café y conversar de la vida que desarrollaron en nueve años de no verse. De no compartir. "P" le contó que ya tenía dos hijos. Que el padre del mayor no se preocupaba de él, todo lo contrario a lo que ocurría con el del menor, aunque se había alejado de aquella relación

"A veces siento que él no es lo que yo realmente quiero para mí"

También le dijo que en todo este tiempo, su vida se desarrollaba entre el norte y el sur. Era capaz de viajar toda aquella distancia para que su niño más chiquito estuviera junto al padre. Para que su hijo mayor sienta que tiene uno, porque al fin y al cabo, ese hombre siempre lo quiso como propio. Le daba lo mismo que no fuera su sangre. Era su hijo y listo.

"Y bueno, tengo que ver que pasa con ambos. Él dice quererme mucho, pero no lo demuestra... Me engañó una vez. Cuesta olvidar, por eso tengo que pensar. Cuando viajo con los niños trato de evaluar mi vida. Por el momento no quiero nada y ya decidiré que haré. La vida es una sola"

Habían sido amigas en el liceo. "P" la defendía de quienes le enrostraban que fuera una gorda. Siempre se peleaba con los demás para que dejaran de ofenderla. Siempre recordó que había sido la primera en hacer eso por su persona y es que para ella el salir en defensa de otros era tan importante, una necesidad primordial y bueno, lógico era que pensara de esa forma, porque no olvidaba que de niña nunca fue defendida por el padre, pero si por la madre... Pero ella necesitaba que fuera el progenitor quien lo hiciera

"Su hija no es normal. Siempre anda pegándole a los demás niños, yo creo que tiene que llevarla a un psiquiatra", le dijeron una vez, cuando su única hija estaba en 5º básico.

Aún sabiendo que su hija no era así, que en realidad le pegaba a los demás para que dejaran de enrostrarle la monstruosidad que revestía su obesidad, la llevó al psicólogo... Porque pensaba que eran lo mismo y porque fue lo primero que encontró cuando salió a buscar en compañía de su esposa, quien le decía que su hija no necesitaba loqueros, sino que él estuviera con ella, protegiéndola. La niña tenía 11 años y recurrió a las terapias para espantar los fantasmas hasta los 25. Ni siquiera en esa época sintió la preocupación del padre por defenderla. Sólo de la madre.

Por eso siempre recordó a "P" con cariño, porque la defendía, porque era más fuerte que ella. Porque le hubiese gustado que fuera su hermana. Y esa tarde estaban juntas. Ya con vidas hechas... Con etapas quemadas, con dolores a cuestas. Eran ellas adultas, ya no adolescentes. Pero seguían viéndose como antes. Las dos adolescentes que salían del liceo a las ocho de la tarde y que se despedían en la 2 sur. Eran las mismas, aunque con unos años más.

"Creo que estoy enamorándome de nuevo", dijo ella mientras deslizaba su dedo por el borde de la taza "Pero no sé... Es malo que me ocurra esto otra vez. Será la misma historia de nuevo"
"¿Pero cómo? ¿Hace lo mismo que el otro?", respondió "P"
"No. Pero sé que nunca va a mirarme"
"¿Por qué? Mujer, estás regia. Has cambiado mucho. Ya no eres gorda y además siempre fuiste una linda persona ¿Por qué un hombre no va a mirarte?"
"Porque él tiene una vida... Una vida hecha... Una vida que ya tiene raíces ¿Me entiendes?"

"P" la miró un minuto y mientras encendía un cigarrillo, frunció el ceño y sólo atinó a decir que era mala cosa

"Pero en el corazón una no manda. Queda la cagada no más. Este weon se manda solo... ¿El hombre en cuestión tiene hijos?"
"No lo sé... Debe tener"
"¿Pero como te fuiste a enamorar?"
"No sé 'P'... Tú lo dijiste, el corazón es un weon que se manda solo. Yo tengo miedo. Ya no quiero sufrir. Al final, si me mirara sufriría. Si no me mira, sufriré igual"
"Cuando estábamos en el liceo me preguntaba ¿Por qué sufrirá tanto? Siempre creía que era por esa música triste que escuchabas siempre. Al parecer aún la oyes. Como que la pena se te incrusta en la piel. Tienes que dejar de oírla"
"Puedo dejar de hacerlo, pero esto es crónico. Parece que nací así"
, sonrió sin ganas

"P" la miraba con ternura. En el fondo seguía siendo una niña frágil y seguramente debía seguir con su odio por las debilidades. Ella continuaba deslizando el dedo en el borde de la taza y siguió contándole como había terminado la historia con el amor que duró 10 años y el cigarrillo seguía consumiéndose en los labios de su amiga de juventud. Así de simple, era como regresar a un recreo cualquiera en el liceo con ambas sentadas en una de las mesas, comiendo un mendocino a medias. Cuando el otro hombre era el centro de sus tristezas. "P" siempre la escuchaba...

"¿Te digo algo que puede ser contraproducente en esta sociedad tan
cartucha?"
, le dijo "P" con determinación "Juégatela, porque cuando una se enamora no es porque sí. Es por algo, siempre es porque algo ganarás o perderás en la historia. Oye, si nada es gratuito. Si ganas, bien... Si pierdes, bien también. Pero siempre obtendrás algo a cambio y eso te hará madurar, porque nunca paramos de hacerlo"

Seguir adelante. Tenía miedo. Mucho miedo. Las cosas ya no eran como antes. A cierta edad ya no era recomendable sufrir tanto. Quería ser feliz, pero no compartiendo el corazón con alguien, aunque tenía que aceptar a regañadientes el hecho de que el ser humano tenía la necesidad cierta de complementarse con otro

"El ser humano es un animal social. No puede vivir sin su manada", decía un profesor de la universidad

¿Y qué pasa si ella no era de manadas? ¿Qué pasa si ella no quiere ser de manadas?

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