Hace tres días esperaba el colectivo para ir al supermercado y sin querer vi una línea de luz que se dibujaba en el cielo, la cual avanzaba y avanzaba cual meteoro apocalíptico sobre mi tranquilo barrio. Pero, muy contrario al trágico final que tienen este tipo de accidentes cósmicos, dignos de películas de Hollywood, esta línea de luz se fue debilitando, debilitando hasta desintegrarse a una buena cantidad de metros del techo de la competencia más directa de mi señor padre en esto de los almacenes de barrio.
Era la primera vez que veía una estrella tan fugaz desde el principio. Siempre me topo con ellas casi al final de su rápido viaje nocturno y es por eso que nunca pido un deseo. Ahora tuve la oportunidad de dar a conocer mi deseo a la señora fugaz. Pero ahora no lo quiero y si esto de las cosas cósmicas funcionan... Ojalá que el decir:
"No quiero"Sea tan efectivo como para anularlo.
Cuando ya alguien ha hechado las cartas sobre la mesa antes que tú, no hay mucho que hacer en ese juego salvo mirar... Y de lejos, bien de lejos. Es como aquella situación en que divisas en la plaza una banca bajo una sombra acogedora, pero siempre cuando llegas alguien más aprovecha esa sombra.
¿Por qué hay cosas que no dan lo mismo?A veces desearía, simplemente, que se obviaran ciertas existencias. Si obviaran la mía no estaría tan presionada por cumplir ante la responsabilidad, involuntariamente adquirida, de ser notorios.
Yo nunca quise ser notoria. Por ser notoria llegué a aquella mesa de cartas ya hechadas. Nunca quise importarle a alguien y bueno... No le importo... prefiero creer que no me recuerda, que ya se le olvidó el día en que me acerqué y le dije cosas y él me preguntó cosas y terminamos en travesía hasta lugares comunes.
Nadie entiende la motivación que me lleva a desear no ser notoria al lugar que vaya. Siempre callo, nunca hablo. Porque el miedo a poder importarle a alguien es muy grande, porque soy esquiva al dolor de saber que algún día ya no voy a importarle.
La única forma que tengo de no ser notoria es escribiendo. Porque la idea es no ser notoria, pero me niego rotúndamente a pasar por el mundo sin que nadie sepa que alguna vez, en un tiempo lejano, hubo una mujer que no quiso ser notada en su forma humana, sino por las letras que la mente le obligaba a publicar en todos lados.
Ojalá que a la señora fugaz se le olvide mi deseo, porque no quiero importarle. No quiero hechar cartas en mesa ajena.
Ojalá que a la señora fugaz se le olvide mi deseo, porque no quiero importarle. No quiero hechar cartas en mesa ajena.
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