miércoles, 20 de mayo de 2009

LOS NORTES VAN Y VIENEN...

Ayer me senté con mi padre a la mesa. Estaba viendo una de esas películas antiguas en donde todos los actores han muerto. Él y yo nunca conversamos, cuando salimos juntos al centro a hacer algún trámite sólo nos dirigimos las palabras necesarias y ya. No nos odiamos. Yo amo a mi padre, es sólo que entre nosotros no se ha dado el don de la palabra.

Pero ayer me senté con él y mientras revolvía mi té y él me robaba una galleta de mi plato comenzó a decirme el nombre de cada uno de los actores famosos que aparecían. Entonces yo le replicaba que sí, que había visto a tal o cual actor en esa película de guerra... O en esa otra de los años '60.
"Mira, ahí está Kojak... El Telly Savalas", me decía.
Y mi madre se sentó en el sillón a observarnos, o por lo menos eso creo.

Cuando estaba acostada, con la luz apagada, me preguntaba si no habrán sido los acontecimientos recientes los cuales le pusieron así. Pero es feo pensar eso ¿Cierto? Nosotros somos una familia que se quiere y siempre me han dicho que debo sentirme afortunada por lo que tengo. Lo soy en realidad, pero que más... Soy tan tarada que no me doy cuenta.

Madrugada... No pude dormir. Por primera vez "M" me lo dijo...
"Creo que tenemos una conversación pendiente"
Y ahora era yo quien no quería decirle, ni hablar, ni nada... La cosa es tan simple como que ayer me arranqué de casa y lo esperé en la universidad. Lo enfrenté, pero no pude hablarle. A las cinco de la madrugada desperté y lo obligué a leer el mail que le escribí a esa hora mediante constantes mensajes de texto, a través de ese mail le contaba todo como en una novela, como en este blog... Que al fin y al cabo se ha convertido en la novela de mi vida. Aunque suene pretensioso decirlo y poco me importa si la pretensión se mete en estas líneas.

Hace unos minutos hablamos por messenger. Ya no más ventanas con mensajes que vería al abrirse, era verse a través de las pantallas, aunque era cobarde... Pero con él no puedo actuar de otra forma.

Esa conversación me hizo darme cuenta de que ambos somos atormentados y que tenemos situaciones no resueltas en nuestros pasados que él no acepta, pero que yo si acepto. Vivimos en dos mundos, los dos... Somos felices en ambos, pero preferimos quedarnos en aquel que es más aceptable para el ciudadano común y silvestre. Le asustó que yo viera en sus ojos a dos personas diferentes. Hablamos del hijo, hablamos de que es la tercera vez que él pierde un hijo. Hablamos de que los nortes van y vienen.
"Yo tuve un norte. Una mujer fue mi norte. Mi familia fue mi norte, pero todos ellos terminaron desilusionándome y yo a ellos", me dijo
Y la remató diciendo que él prefiere no hacerse problemas por pajas mentales. Y yo que tengo un pajar en la cabeza.

"M" es un ser atormentado. Mucho más que yo. Que me confesó que no sabe como reaccionaría si me viera ahora. Que me dijo que todo el día estuvo pensando en el asunto mientras yo escapé de mi casa otra vez para caminar sin rumbo por el centro de Talca. Necesitaba respirar un poco y observar que pasa a mi alrededor. Al llegar actualicé el diario para mañana y comencé a escribir la justificación de mi tema de tesis.

Hasta aclarar las cosas en mi vida con "M" es extraño. Pero me gusta.

Al final terminamos consolándonos mutuamente por ser unos renegados de la vida y terminamos poniéndonos de acuerdo para comer chocolates un martes
¿Qué clase de seres humanos somos?
Unos weones de mierda, ciertamente... Pero no ofensivamente, sino... defensivamente. Ni él ni yo deseamos hijos, él porque cree no merecerlo, yo, porque no quiero pasar por otra jugarreta asquerosa de la naturaleza.

La verdad es que somos un par de adultos sin norte, porque los nortes van y vienen. El perdió todos sus nortes. Yo perdí al único norte que pude tener, mi hijo. No hay nadie más que pueda desenredar las madejas en que se han convertido nuestras vidas. Yo quiero morir y el no sabe si quiere morir ahora o morir después.

"M", no confío en que llegues con los chocolates. Ya no confío en nadie. Los martes pueden ser muchos, pero quien sabe si habrá chocolates. Al fin y al cabo nunca más volveremos a ser los mismos. Tú ya no me verás más después de eso, si es que llegaras a aparecer y yo trataré de sanar esta herida a la que ya estás acostumbrado, por eso no te duele. Por eso te hubiese dado lo mismo estar conmigo o no en ese momento. Si al final el ser humano nace solo y muere solo.

La única verdad es que no tengo norte y que mientras pueda seguir en casa, viendo películas con mi padre y que él me diga y me diga cuan geniales eran los actores de antaño, yo me sentiré segura dentro de mi inestabilidad tan notoria.

Tengo dolor, sí. La pena es crónica, sí. Pero ni una caja de chocolates me la quitará. Aunque me los debes desde que llegaste del Brasil hace siete meses y creo que es mi derecho reclamarlos. Quizás llegues y nos volvamos locos juntos. Por mi parte mi círculo está cerrado. Por el tuyo
¿Se ha cerrado algo?

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