sábado, 16 de mayo de 2009

IDA Y VUELTA...

Acabo de despertar de una especie de infierno. Mientras mi madre se pasea a mi alrededor observando todo lo que hago, como muevo los cubiertos del almuerzo, escondiendo todo objeto que pueda inducir mis impulsos o una profunda depresión.

Puedo decir que estuve en ese fondo que todos tocan y que alguien con una grúa llegó a salvarme y que me puso en una especie de silla, engrillada de pies y manos para que yo no vuelva a caer. Y todos convienen en que no estoy bien, hasta yo... Lo lógico aquí es que el enfermo sea el último en asumir su afección.

Mientras venía de regreso a casa, tras haber estado dos días escondida en una estación de tránsito entre la realidad y el infierno, veía a la gente... Me reí... Todos se ven tan normales y tranquilos, felices y completos... Si no lo son todos debo decir que lo fingen muy bien. Como siempre me las he dado de ser tan sincera, directa y transparente si ando como las pelotas, lo demuestro...

A veces necesito hablar de esto con él. Aunque no tome en serio nada de lo que digo. Sé que en el fondo sabe que es esto. Que entiende el porque. Y nunca me saldrá con eso de:
"Pero si eres joven. Eres bonita... Inteligente...", sólo escuchará
Yo le podré decir:
"¿Acaso el asunto sería diferente si fuera vieja, fea y tonta?" y claro, el reiría...
Nos reiríamos juntos... O eso creo que pasaría...

No puedo pedir perdón por lo que hice, lo que he hecho o lo que haré. Yo nunca me arrepiento de nada. Es algo que debo omitir todo el tiempo... Pero no me gusta tocar el fondo. Ahí es horrible. Nada es bonito. Todo es espeso y oscuro. Te pierdes... Y ni siquiera yo sé si volveré a perderme de nuevo.

Lo malo de esto es que he perdido la libertad y la autonomía. Ahora debo andar con alguien tras mis pasos todo el tiempo y ya no puedo escaparme a donde yo quiera, a la hora que quiera...
"La orden médica es inquebrantable", me dijo mi padre.
Dicen que existen los milagros y es eso lo que quieren que suceda en mi vida. Tendrían que cambiarme el cerebro para eso.

Adios tardes en la universidad, lecturas furtivas de Bennedetti en la biblioteca (Y justo ahora que me iba a poner a hojear a Gabriel Salazar, para recordar mis días de estudiante de historia)... Adiós vigilias en la Universidad para decir lo que tenía que decir a quien era pertinente decirle... Estoy prisionera en casa hasta que consideren que mi mente ya no me maneja negativamente y que soy una persona autónoma...
"¿Qué pretensiones tienes para el futuro?", me preguntó el doctor.

"No sé... No sé en que va a terminar mi historia ¿Usted sabe en que va a terminar la suya?", le contesté.

3 comentarios:

  1. Ay! Almita...Ahora sí que me has dejado confundida: es esto realidad o ficción?
    Un besote argentino.

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  2. es realmente fuerte lo que cuentas, es dificil entender muchas cosas en los otros, pero hay algunas historias que sólo es mejor escuchar, como esta.
    cuando laspalabras sobran, es mejor el silencio o no ????

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  3. Ufff...no sé qué decir, concuerdo con el anónimo de arriba

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