Desde que Martín Vargas se esfumó del ring, también se esfumó la época dorada del boxeo. Pero en Talca existen quienes se la juegan al 100% en beneficio de este deporte y luchan para que recupere el sitial de honor que tenía en aquellos años.
“Pega Martín, pega”. Eso es lo primero que a muchos se les viene a la mente cuando les hablan de boxeo. Atrás quedaron aquellos años en que todo Chile madrugaba cuando el mítico Martín Vargas peleaba el título mundial del peso mosca. Eran otros años en que vibrar con cada round era totalmente proporcional a vibrar con los set de tenis que juegan Massu o González. Eran otros años. Era otro mundo.
Fernando Valenzuela se dirige todos los martes y jueves hasta el galpón que la “Asociación de boxeo” de la región del Maule tiene en calle 1 norte, entre 11 y 12 oriente. Ahí espera un par de minutos a que llegue su alumno y comienza “Un, dos. Un, dos… Así, mantén la posición, los puños altos”. Este hombre, que durante el día es vendedor de comercio informal y también nochero, se dedica a formar futuras promesas del boxeo en nuestra ciudad. De hecho, apenas le hago la primera pregunta me interrumpe para decirme, “¿Sabía usted que la región del Maule hace 12 años que no tenía un campeón nacional del boxeo? Fuimos al nacional de Iquique el año pasado y se sacó un campeón chileno, se sacó un campeón en súper pesado y dos terceros de Chile a partir de Junio de este año”
¿Cómo se llaman esos campeones nacionales?
“Peleó Miguel Véliz, uno era de Iquique, el otro era nuestro y se llamaba Sergio Briones. Ahí sacamos cuatro medallas. Después fuimos al nacional de cadetes en Santiago y se trajo un vice campeón chileno.”
Fernando Valenzuela se dirige todos los martes y jueves hasta el galpón que la “Asociación de boxeo” de la región del Maule tiene en calle 1 norte, entre 11 y 12 oriente. Ahí espera un par de minutos a que llegue su alumno y comienza “Un, dos. Un, dos… Así, mantén la posición, los puños altos”. Este hombre, que durante el día es vendedor de comercio informal y también nochero, se dedica a formar futuras promesas del boxeo en nuestra ciudad. De hecho, apenas le hago la primera pregunta me interrumpe para decirme, “¿Sabía usted que la región del Maule hace 12 años que no tenía un campeón nacional del boxeo? Fuimos al nacional de Iquique el año pasado y se sacó un campeón chileno, se sacó un campeón en súper pesado y dos terceros de Chile a partir de Junio de este año”
¿Cómo se llaman esos campeones nacionales?
“Peleó Miguel Véliz, uno era de Iquique, el otro era nuestro y se llamaba Sergio Briones. Ahí sacamos cuatro medallas. Después fuimos al nacional de cadetes en Santiago y se trajo un vice campeón chileno.”
Yo soy gente de esfuerzo
El galpón es gigante y a todas vistas presenta serias señales de abandono, lo que contrasta con los casilleros, el ring y la gran lámpara que provee de luz al lugar donde se realizan las peleas, esos le dan más vida. Las palomas vuelan de un lugar a otro dentro del mismo recinto, pero a Fernando eso no le importa, está concentrado entrenando a su muchacho, un niño flaquito que no pasa de los 13 años.
Este entrenador local señala que posterior a la desaparición de Martín Vargas de las pistas pugilísticas, simplemente la gente comenzó a perder la fe en los guantes y muchas veces las escuelas sobrevivían a duras penas y se sustentaban más en el entrenador. Hoy hay jóvenes estudiantes de educación física de las universidades del Mar o Autónoma que le apoyan y el beneficio no es sólo para él, sino también para la escuela de José Bravo, que funciona en ese mismo lugar el resto de la semana, “antes había otra, la de Montoya, pero cerró el año pasado”.
Fernando Valenzuela nunca se dedicó profesionalmente al boxeo. Comenzó a practicarlo desde los 18 años en calidad de amateur, “José Bravo era profesional. Yo entrené como cinco años, pero a mi me gustaba más el arte marcial y el fútbol. Ahora último me quedé con el boxeo. Lo amo al boxeo, me gusta, me encanta” y agrega que, a pesar de postular y ganar proyectos de Chiledeportes, él siempre saca de su bolsillo para mantener su escuela y dejar contentos a sus niños, “¿Se imagina que cualquier persona va a invertir tanto? Algunos niños no tienen ni para la micro, menos un profesor. Yo soy gente de esfuerzo, pero me gusta esto. Yo no siento lo que gasto. Me gusta que los niños sean felices, que se sientan bien conmigo, atenderlos bien, darles cariño. Esa es la pega mía”.
"Yo les muestro el camino, ellos toman la decisión de seguir"
El galpón es gigante y a todas vistas presenta serias señales de abandono, lo que contrasta con los casilleros, el ring y la gran lámpara que provee de luz al lugar donde se realizan las peleas, esos le dan más vida. Las palomas vuelan de un lugar a otro dentro del mismo recinto, pero a Fernando eso no le importa, está concentrado entrenando a su muchacho, un niño flaquito que no pasa de los 13 años.
Este entrenador local señala que posterior a la desaparición de Martín Vargas de las pistas pugilísticas, simplemente la gente comenzó a perder la fe en los guantes y muchas veces las escuelas sobrevivían a duras penas y se sustentaban más en el entrenador. Hoy hay jóvenes estudiantes de educación física de las universidades del Mar o Autónoma que le apoyan y el beneficio no es sólo para él, sino también para la escuela de José Bravo, que funciona en ese mismo lugar el resto de la semana, “antes había otra, la de Montoya, pero cerró el año pasado”.
Fernando Valenzuela nunca se dedicó profesionalmente al boxeo. Comenzó a practicarlo desde los 18 años en calidad de amateur, “José Bravo era profesional. Yo entrené como cinco años, pero a mi me gustaba más el arte marcial y el fútbol. Ahora último me quedé con el boxeo. Lo amo al boxeo, me gusta, me encanta” y agrega que, a pesar de postular y ganar proyectos de Chiledeportes, él siempre saca de su bolsillo para mantener su escuela y dejar contentos a sus niños, “¿Se imagina que cualquier persona va a invertir tanto? Algunos niños no tienen ni para la micro, menos un profesor. Yo soy gente de esfuerzo, pero me gusta esto. Yo no siento lo que gasto. Me gusta que los niños sean felices, que se sientan bien conmigo, atenderlos bien, darles cariño. Esa es la pega mía”.
"Yo les muestro el camino, ellos toman la decisión de seguir"
Los niños de la escuela de Fernando Valenzuela provienen de sectores de alta vulnerabilidad social a los cuales él se encarga de formar, no sólo como futuros púgiles, sino también como personas de bien, “el niño malo no corre conmigo. Todo depende de la persona que es uno. Como se formó, como lo criaron los padres. Ahí es donde el niño empieza a creer en uno. No sacamos nada con tener gente con malos hábitos, gente ladrona que vive en la droga. No sacamos nada con preparar a un niño para que siga pegándole y robándole a la gente inocente”, es por eso que se esmera tanto en darles todo, porque este hombre es más corazón que fuerza.
Ustedes les dan una salida a estos jóvenes para que no se metan en el mundo de las drogas…
"Sí… a eso voy. Ahí es donde reino yo. Yo me siento orgulloso de ver a mis jóvenes surgir. Lo que más quiero es formarlos como personas y que tengan buenos recuerdos de uno. No me importa si ellos no siguen el camino del boxeo, con que sean hombres de bien me conformo… ¿Qué es lo que pasa? Hoy en día algunos entrenadores obligan al niño a pelear, al niño se le da la confianza. Cuando el niño tiene las condiciones, ahí entra uno a conversar con él y el niño le da la respuesta a uno. Pero no obligarlo a pelear. Yo cumplo con lo mío, que es entrenarlos. No los obligo, cuando el niño tiene la condición y es valiente, tiene el permiso de los padres, damos todo nuestro apoyo. Yo les muestro el camino, ellos toman la decisión de seguir".
Ustedes les dan una salida a estos jóvenes para que no se metan en el mundo de las drogas…
"Sí… a eso voy. Ahí es donde reino yo. Yo me siento orgulloso de ver a mis jóvenes surgir. Lo que más quiero es formarlos como personas y que tengan buenos recuerdos de uno. No me importa si ellos no siguen el camino del boxeo, con que sean hombres de bien me conformo… ¿Qué es lo que pasa? Hoy en día algunos entrenadores obligan al niño a pelear, al niño se le da la confianza. Cuando el niño tiene las condiciones, ahí entra uno a conversar con él y el niño le da la respuesta a uno. Pero no obligarlo a pelear. Yo cumplo con lo mío, que es entrenarlos. No los obligo, cuando el niño tiene la condición y es valiente, tiene el permiso de los padres, damos todo nuestro apoyo. Yo les muestro el camino, ellos toman la decisión de seguir".
La labor de Fernando continúa. Y el niño flaquito vuelve a ponerse los guantes, se sube al ring junto a su entrenador y continúan con la práctica “Un, dos. Un, dos… Así, mantén la posición, los puños altos”, le dice mientras su alumno se esfuerza. Quién sabe si el día de mañana de esta, o de otras escuelas a lo largo del país, vuelva a resurgir un nuevo campeón que traiga de regreso la época dorada de este deporte.
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