jueves, 22 de enero de 2009

VAGABUNDA... YO

Es jueves. Hace calor. Estoy sentada en un escritorio, dentro de una oficina y la música de los Smashing Pumpkins sale de los parlantes del computador a un volúmen exageradamente moderado.

Me doy un respiro en medio de mi nuevo trabajo, en rigor práctica, pero para mí todos los lugares en donde he prestado servicios periodísticos son un trabajo. No un mero trámite universitario que hay que cumplir a regañadientes.

Me estoy acostumbrando. Nunca he explorado los terrenos institucionales del todo y con sorpresa descubro que no me agobia hacerlo, por lo menos no como pensaba que me agobiaría... Porque sí, por donde se le mire soy libre y me gusta andar vagando por este mundo con mi grabadora en busca de cosas nuevas. Soy una vagabunda en un mundo donde todos buscan estabilizarse en algo. Yo no, yo quiero vagar y no estabilizarme en ninguna parte, pero a pesar de todo creo que a veces tengo tintes de querer estabilidades y eso no me ha traído sino problemas.

Esta mañana revisaba los diarios y me encontré con que un diario local tomó en cuenta el comunicado que envié a los medios. Lo publicó casi íntegramente. Me emocioné y luego comencé a archivar cosas. En estos tres días he trabajado mucho, casi como enajenada y en las noches no duermo, porque no puedo y porque no quiero. Extraño cosas que he perdido y luego me resigno al hecho de ya no tenerlas. Mi jefe me dijo ayer que era trabajólica.
"Eso es algo que usted no sabía de mí... Soy fanática de lo que hago", le contesté.
A veces da susto esto de los nuevos desafíos, pero igual se puede y una se equivocará muchas veces, pero igual se la podrá... Mi nuevo trabajo es tranquilo, relajado y muy alejado de la adrenalina y la histeria que siempre me ha gustado. Estaré ahí hasta abril y sinceramente espero pasarla bien, disfrutarlo, pero no acostumbrarme porque siempre buscaré una forma de volver a mi verdadera naturaleza de vagabunda. Por lo menos leer los diarios todas las mañanas me hará interiorizarme de otras cosas y hablar de esas cosas aquí. He hablado mucho de mí. De mis rabias, de mis desilusiones y de quien me ha herido sin escrúpulo alguno y ya no quiero. Me aburrí de que las letras sean mi medio para exorcisar los fantasmas y los otros dolores que se han allegado a mi cuerpo y mi cabeza desde hace unos pocos días. Lo terrible no se borra con las letras, ni con el llanto, ni con nada... No se borra.

Dicen que el infierno no existe. Y bueno, quien lo sabe... Aunque yo abogo por la teoría de que el infierno está en esta tierra... Pero hasta en eso he logrado hacerle una finta al coludo, porque tengo mi pequeño paraíso en mi cabeza que de repente me da ideas para escribir en mis cuadernos, en mis siempre esporádicos trabajos, en mi vocación y en mi espíritu de vagabunda. Todo eso me hace olvidar de que llegará el día en que la pena crónica no me deje vivir. A veces borrar los pizarrones no es tan buena idea y ahora estoy en condiciones de refutar la frase de aquel post anterior, porque si volviera a nacer nunca borraría nada, independiente de quien lo pusiera ahí. Nunca lo borraría.

Debe ser eso lo que me hace trabajólica. Eso y las ganas de sacarme una nota decente en la práctica.

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