Desde el 23 de Octubre tenemos un nuevo Santo.
Como dirían algunos ahora tenemos la "parejita", Santa Teresa y San Alberto, ambos dispuestos a interceder por nosotros ante Dios en el Reino de los cielos.
Como dirían algunos ahora tenemos la "parejita", Santa Teresa y San Alberto, ambos dispuestos a interceder por nosotros ante Dios en el Reino de los cielos.
El Padre Alberto Hurtado se convirtió en un santo fuera de lo común y no sólo yo opino esto, pues, a diferencia de Sor Teresa de los Andes, que se enclaustró con las Carmelitas para vivir su vocación de religiosa, el Padre Hurtado estaba en medio del mundo, trabajando codo a codo con aquellos a quienes aspiraba a ayudar, a pesar de que casi se enclaustra también. Su primera aspiración era pertenecer a los Monjes Cartujos para así seguir estrictamente los mandatos que el Señor hacía a través de la biblia, pero el Padre Vives, uno de sus maestros en el Colegio San Ignacio le recomendó pensar mejor las cosas o de otro modo tendríamos de Santo a un monje Cartujo y no a un Jesuita. Tampoco tendríamos Hogar de Cristo ni Revista Mensaje... ni nada...
Las cosas pasan por algo y este profesor jesuita fue quien influyó para que su desiciÓn de ser sacerdote tomara el camino correcto.
Las cosas pasan por algo y este profesor jesuita fue quien influyó para que su desiciÓn de ser sacerdote tomara el camino correcto.
Alberto Hurtado Cruchaga nació en 1901 en Viña del Mar, siendo el hijo mayor de Alberto Hurtado Larraín y de Ana Cruchaga Tocornal, dueños de un hermoso fundo cerca de Casablanca llamado "Mina del Agua". Lamentablemente debió dejarlo cuando tenía sólo cuatro años, momento en que murió su padre a manos de unos cuatreros.
Las deudas obligaron a su madre a vender el Fundo por un monto menor al que valía, debiendo vivir siempre de allegados en casas de familiares. Todo esto marcó al pequeño Alberto, así como también la profunda religiosidad que le inculcó su madre desde muy niño, a él y a su hermano Miguel.
Las deudas obligaron a su madre a vender el Fundo por un monto menor al que valía, debiendo vivir siempre de allegados en casas de familiares. Todo esto marcó al pequeño Alberto, así como también la profunda religiosidad que le inculcó su madre desde muy niño, a él y a su hermano Miguel.
El profundo compromiso social de este hombre se gestó desde la niñez y continuó creciendo a medida que su mente iba empapándose de las desigualdades económicas y sociales de la época.
Siendo estudiante de derecho comenzó a trabajar en el Partido Conservador, lo que le permitía ayudar a su madre. Pero a pesar de todo este muchacho tenía una gran pena, pues la mayoría de sus amigos ya estaban en el noviciado que tanto anhelaba y al que no podía acceder debido a sus deberes como hijo.
Siendo estudiante de derecho comenzó a trabajar en el Partido Conservador, lo que le permitía ayudar a su madre. Pero a pesar de todo este muchacho tenía una gran pena, pues la mayoría de sus amigos ya estaban en el noviciado que tanto anhelaba y al que no podía acceder debido a sus deberes como hijo.
Todas las noches rezaba postrado en el suelo ante la imagen imponente de Jesús en la Iglesia del Sagrado Corazón. Quería consagrar su vida a Cristo y que mejor forma que pidiéndoselo encarecidamente de la forma más sacrificada posible.
Siendo sacerdote, Alberto Hurtado no deja de preocuparse de lo social y por eso crea instituciones como la ASICH (Acción Sindical y económica chilena). También se preocupa mucho por los jóvenes, sembrando vocaciones sacerdotales por doquier en sus casi veinte años de sacerdocio.
Pero su obra más trascendente sin ninguna duda es el Hogar de Cristo, lugar que creó principalmente para sacar a muchos jóvenes y adultos de la pobreza y de la vagancia, así como también poder darles una vida digna y diferente de la que llevaban en la calle.
Pero su obra más trascendente sin ninguna duda es el Hogar de Cristo, lugar que creó principalmente para sacar a muchos jóvenes y adultos de la pobreza y de la vagancia, así como también poder darles una vida digna y diferente de la que llevaban en la calle.
Él mismo salía en su famosa camioneta verde para rescatar a sus patroncitos desde los faldeos del río Mapocho.
Muchas veces lo tildaron de cura rojo por sus potentes ideas de corte social, las cuales expresaba a través de sus libros, donde a veces hacía duras críticas al orden establecido en aquellos años.
Sus pensamientos son vigentes hasta el día de hoy, lo cual le convierte en un verdadero visionario de la época.
La madrugada del 23 de Octubre, medio Chile se quedó en vela para ver por televisión la Ceremonia de Beatificación en Roma de este sacerdote Jesuita que murió en 1952 de un cáncer fulminante al páncreas. Todos se emocionaron cuando el Papa Bendicto XVI lo proclamó Santo ante una Plaza de San Pedro repleta de fieles de todo el mundo, entre los cuales 7 mil chilenos se hicieron sentir con sus gritos y sus vítores de adoración.
La trascendencia que tiene la Canonización de este hombre no es menor para nuestro país, pues, por lo menos en medio de nuestra cultura nacional y religiosa estamos hablando de un hombre que no sólo se digno a rezar por los pecados del mundo, ni a redimir a las almas descarriadas de muchos católicos que necesitaban de su ayuda, sino de una persona que se entregó por entero en favor de quienes más sufren, sin descanso, sin alejarse de sus realidades.
Alberto Hurtado fue un Santo desde mucho antes que el Vaticano decidiera darle la oportunidad de ser canonizado. Mal que mal estas ceremonias son un mero trámite de fastuosidad.
Alberto Hurtado es santo en el corazón de miles de personas que se han visto tocados por su espíritu cuando más han sentido el desamparo del mundo sobre sus cabezas.
Alberto Hurtado es santo en el corazón de miles de personas que se han visto tocados por su espíritu cuando más han sentido el desamparo del mundo sobre sus cabezas.
Por eso nunca ha sido novedad decir:
"San Alberto Hurtado, que estás en los cielos... Intercede por mi ante nuestro Señor..."
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