LUNES...

Otro más entre todos los primeros días de la semana que he vivido.

Hoy hay mucho que hacer. Primero debo llamar a unos cuantos presidentes de juntas de vecinos de Cauquenes y sus alrededores, luego tengo que seguir en eso y así todo el día hasta que, a las 17:30, me vaya a casa para volver al día siguiente.

Talca sigue monótono, por lo menos para mí, que la veo desde la otra trinchera. La que detesto. Esa que está alejada de mi naturaleza trashumante. Pero mal que mal esto es trabajo y mal no la he pasado acá. Ser institucional no es totalmente lo mío, pero tampoco es algo que me cause desgano. A veces es entretenido hablar con los editores de otros medios, aunque a los de la Red regional del canal de todos los chilenos tengas que rogarles encarecidamente.

El viernes iba yo a comprar una bebida para pasar la media mañana y me encuentro con todos mis colegas reunidos afuera del Centro de Extensión de la UTAL, conversé con ellos y muchos me dijeron que como lo hacía yo para luchar contra mi naturaleza de vagabunda periodística. A veces es necesario cambiar, aunque sea por tres meses.

Me mantengo cuerda leyendo los diarios, viendo las noticias y consumiendo películas al llegar a casa. Luego, si tengo tiempo, leo otras cosas que no sean diarios. Anoche posteé una frase que me encantó de Anaís Nin y tapé el Facebook de textos de Bukowsky. Pero al levantarme me sentí un poco angustiada, me sentí igual que casi siempre y pensé...

"Debe ser el lunes. Ese cabrón me despierta sentimientos extraños y desagradables".

El viernes llega el otoño y a medida que escribo y pienso esa frase aparece en mi cabeza una imagen. Yo con 11 años montada en mi bicicleta roja pasando una y otra vez por el cerro de hojas secas que se acumulaba en la calle que estaba tras mi antigua casa. Era linda esa época.